Él la repasó calata de pies a cabeza,
como sacándole una foto al momento que sabía que nunca se iba a repetir.
Ella, con roche, pidió usar el baño antes de dejar la casa. Como siempre, mantuvo su personalidad callada porque nunca supo cómo comunicarse con él sin comunicar demasiado.
Antes de abrir la puerta, él le pidió que no lo dejara. Le dijo que la extrañaba y le estampó un beso que tenía todas las de convertirse en el 4to round de la mañana. Y, aunque ella salió de allí pensando que todo era floro, meses después deseó que esas últimas palabras hubiesen sido verdad: estaba caminando en tacos por su casa de madrugada. Con los pies hinchados y el alma triste, no deseaba nada más que meterese a esa cama ajena tan familiar para cantarle, debajo de las mantas, que ella sí lo extrañó y que sabía que lo seguiría haciendo quién sabe por cuánto tiempo.